
Tema musical: "para la guerra nada" Martha Gómez

La policromía del espejo:
Una narrativa pictórica de la violencia colombiana
Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Facultad de Ciencias y Educación.
Licenciatura en educación básica con énfasis en Humanidades y Lengua Castellana
Laura Paola Fajardo Leal.
20122160059.
Jorge Elías Triana
(1921 - 1999)
“Triana, nacido en 1920, pertenece al reducido grupo de artistas que se situaron a medio camino entre las concepciones y temas de la generación del 30 (Pedro Nel Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo, Luis Alberto Acuña y Carlos Correa), la exponente para Colombia de la Gran Vanguardia Americana que iniciaran los mexicanos, y la generación que se denominó de “Los Nuevos” (Obregón, Edgar Negret, Grau, Eduardo Ramírez Villamizar, Fernando Botero y Antonio Roda), con la que se produjo una apertura del arte nacional a las nuevas corrientes internacionales de la plástica. Lo que se explica en razón de que Triana estudió en México, donde recibió directamente la influencia del movimiento muralista” (Medina, s.f)
Este tolimense nacido en 1921, hijo adoptivo de Cartagena y colega muy cercano de Ignacio Gómez Jaramillo es poco conocido en el mundo de la plástica y en general en el del muralismo colombiano. No obstante, el legado pictórico de su obra es de sumo interés nacional porque por sí mismas marcan momentos cruciales en la historia del país y de la trayectoria del artista. Su obra se encuentra trazada por etapas que parten del expresionismo figurativo hasta la superior influencia del muralismo mexicano.
Su obra es característica y particular por su eclecticismo y a su vez su sensibilidad poética. El sabio manejo de la luz y el color permiten recrear una experiencia natural que permea la ambientación de sus cuadros.
La obra pictórica de Triana que mayoritariamente en la actualidad se conserva en el Tolima ha perdido su autenticidad. La restauración de murales como “nosotros los pijaos” elaborado en 1975 se ha realizado transgrediendo los principios técnicos del artista y por ende se ha ido desvalorizando; algo que ocurre muy frecuente y desafortunadamente con las obras que se conservan póstumamente en nuestro país.
Aún así, su obra marca un reconocimiento abismal en cuanto a la reivindicación de lo humano y de lo tradicional. Su obra “guerrillero” reafirma la imagen del violento en un contexto de campesinado. Al parecer podría ser un habitante rural cualquiera pero no lo es, el arma que lleva consigo y el hecho de tomar como recursos para la especificidad del personaje las tonalidades opacas, dota de un sentido netamente histórico su obra con relación a otras pinturas de su misma autoría.
Guerrillero
1927.
Óleo sobre tela
(74 x 99 cm)

